Que Robert Schumann (1810-1856) fue un artista llamado a llevar la composición para piano a un nuevo nivel es una realidad. De hecho, su obra para formatos más amplios no es frecuente como tampoco su calidad musical cuando combina el teclado con otros instrumentos musicales.
Una de las obras musicales para piano que más me cautivan desde que las conozco de memoria son las Danzas de la Liga de David, Opus 6 (en alemán Davidsbündlertänze) del compositor alemán.
Se trata de 18 bellísimas piezas de corta duración para piano compuestas en 1837, que van alternando, tal y como el joven romántico fue en vida, estados emocionales calmos como estados de exaltación pianística.
Esta doble personalidad es una constante en Schumann, aquejado de trastornos mentales a lo largo de su vida, y se refleja en los dos personajes de ficción que creó tanto en su crítica musical escrita como en sus partituras: Eusebio y Florestán.
Obra de juventud
Estas Danzas de la Liga de David tienen un número de obra muy bajo en el catálogo del alemán. Son, por tanto, obras de su primera etapa, que va desde 1828 hasta 1839 (entre sus 18 y 29 años).
En esa época, Schumann buscaba su hueco como compositor para piano tras el fracaso de su carrera como concertista al sufrir una lesión en su mano derecha probando un "extensor" de sus dedos que mejorara su técnica pianística.
Como hijo leído de un librero, tuvo la suerte de leer mucho y de cultivarse en los autores de éxito de la época (Byron, Goethe, Jean Paul Richter etc.) y los clásicos, además de escribir crítica musical en el Neue Zeitschrift für Musik (revista musical de la época) fundada por Robert y plataforma del romanticismo musical alemán donde el mismo Brahms escribió también.
También pudo cultivar su gusto por la música clásica y ver nacer su admiración por el pujante compositor austriaco Franz Schubert (1797-1828).
Si a eso le unimos que ya había conocido y se había enamorado perdidamente de Clara Wieck, la hija de su profesor de piano en Leipzig, tenía todos los elementos a su alcance para componer, con su peculiar estilo romántico, obras de grandísima belleza como sus Papillons op 2 o estas Danzas op. 6
En una carta a Clara, a la que llevaba 9 años de edad, y datada en 1837 confesaba a su amada (con 27 y 18 años respectivamente):
"En lo que respecta a las Danzas, querida Clara, sé que te darás cuenta de que es solo a ti a quien van dedicadas. Tratan de la historia de una noche anterior a la celebración de una boda, así que te puedes imaginar cómo comienzan y cómo acaban. Si he sido alguna vez feliz al piano, ha sido componiendo estas Danzas".
Pero fueron finalmente dedicadas al compositor y nieto de Goethe, Walther Wolfgang von Goethe (1818-1885), último de la saga y amigo de Schumann.