Una de las piezas para piano más intimistas y adelantadas a su tiempo es la Sonata Claro de Luna de Beethoven (1770-1827). Esta sonata para piano es la número 14 de las 32 que compuso el autor. Fue compuesta en 1801 y se editó un año más tarde.
Los estudiosos musicales señalan como dato interesante que casi la mitad de las 32 Sonatas para piano del alemán fueron compuestas antes de 1805, cuando contaba menos de 35 años.
La Claro de Luna no es una de sus obras maestras, como sí lo son su Patética (Sonata nº 8, Op. 13) o su Appassionata (Sonata nº 23, Op. 57), pero su tema de apertura ha traspasado fronteras temporales y es una pieza reflexiva y comercialmente muy atractiva que aún hoy se sigue tocando en todo tipo de auditorios.
En la época de su composición, aunque Beethoven sufría ya una creciente sordera, aún no refleja en sus obras la magnificencia y madurez de una persona noble que solo puede estar agradecida al universo por su suerte en la vida. Y ello a pesar de su destino, aislada de la comunicación con los demás por su discapacidad.
Sonata Claro de Luna
La obra, antetitulada "Sonata quasi una fantasia" está dedicada a la condesa austriaca Julie Guicciardi (1782-1856) aunque aparece como Giulietta Guicciardi en la partitura.
El joven Beethoven, de 31 años conoció a la familia Guicciardi en Viena por la intercesión de otra familia conocida suya, los Brunswick. El conde Guicciardi del Trieste había sido trasladado a Viena en 1800 como consejero de la Cancillería de Bohemia.
Allí los Brunswick le presentaron al treintañero alemán, quien recibió el encargo de dar clases de piano a Julie, de 18 años y a su hermana, a mediados de 1801.
El músico alemán pronto se enamoró de ella (ella también de él), como se demuestra por las citas por carta de Ludwig a su amigo de la infancia Franz Wegeler:
Ahora vivo más feliz. No podrás nunca figurarte la vida tan sola y triste que he pasado en estos últimos tiempos... Este cambio es obra de una cariñosa, de una mágica niña que me quiere y a quien yo amo.
Aunque su felicidad se vio truncada por los deseos de la familia Guicciardi de emparentar con una familia de la nobleza austríaca con mayor "tronío" que la del músico alemán.
No obstante, la relación de casi dos años, ayudó a Ludwig a sobrellevar el diagnóstico de sordera que sus médicos le habían dado. Nada más asumir que iba a ser sordo sin remedio y a pasos agigantados, Beethoven cayó en una profunda depresión. Y Julie Guicciardi le supo dar los ánimos que el compositor necesitaba para mantener el espíritu arriba.
De hecho, algunos investigadores afirman que la Guiccardi, a la que Beethoven pudo volver a ver en un par de ocasiones años después de su casamiento con un noble pianista austriaco, es la intrigante "amada inmortal" a la que hace referencia en sus cartas y documentos encontrados tras su muerte.